Medios internacionales sitúan en 174 el número de fallecidos por causa de la violencia en el estadio de fútbol de Kanjuruhan en Indonesia. La ira se desató cuando los seguidores del Arema, tras perder contra el Persebaya, comenzaron a lanzar golpes contra los seguidores del otro equipo.
A la espiral de violencia se le suma una mortífera estampida de aficionados que intentaban salir del estadio.
La mayoría de las víctimas murió por los pisotones y la asfixia de personas intentando correr.
La violencia se extendió fuera del estadio, en donde al menos cinco automóviles de la policía fueron derribados e incendiados.
La policía tuvo que intervenir lanzando gas lacrimógeno hacia las gradas, diciendo que ya habían realizado otras acciones para detener los ataques, pero no habían servido. La razón de esta justificación es que la FIFA prohíbe el uso de gases lacrimógenos dentro de los estadios.
Joko Widodo, presidente del país lamentó la violencia en el partido. “Lamento profundamente esta tragedia y espero que esta tragedia futbolística sea la última de nuestro país y no haya más tragedias como esta en el futuro”.