La sal es un producto presente en millones de hogares, por ello, la comunidad de Las Trozas en Tiquisate (Escuintla), que subsiste con la producción de la sal artesanal, considera este mineral como el oro blanco.
Familias enteras han hecho de este trabajo una tradición, y de generación en generación se han dedicado a producir sal de forma artesanal.
Luis Emilio Ortíz emigró hace 33 años a Las Trozas y toda su vida se ha dedicado a este trabajo. Señala que el trabajo es mucho más duro de lo que se puede pensar, especialmente porque su producto no se vende a un precio justo.
Expedientes acompañó a este trabajador en un día de trabajo. Su jornada inicia a las 05:00 a.m. limpiando el lugar donde cuajará el agua del mar, revisa que el plástico que contiene el agua no tenga ningún agujero y procede a bombear agua filtrada del mar.
El agua se deposita en un área de calentamiento, en donde el agua comienza a evaporarse y comienza a “cuajarse” la sal. Cuando la sal se hace visible en el agua, es momento de retirar el líquido.
La etapa más dura para los salineros es cuando la sal comienza a cristalizarse, pues es necesario removerla mientras el sol la calienta para conseguir que el grano sea fino. Todo este proceso puede durar hasta dos meses.
Los salineros no solo venden a su producto a un precio reducido (Q32.00 y Q30.00 el quintal), sino que deben luchar contra enfermedades, especialmente las provocadas por el sol.
Expedientes también conoció a la sobrina de Ruby Quinónez, quien sufre de un serio retraso de crecimiento. La menor no se encuentra registrada debido a que la madre de la menor murió poco después del alumbramiento.
Yanira Espinoza, auxiliar de enfermería, que visita a la menor, explicó que esta no sufre de desnutrición, pero está en riesgo.