Desde una tetera con forma de gato, su primera pieza, doña Carmen inició una colección que con los años alcanzó proporciones sorprendentes. Su amor por los felinos la llevó a reunir esculturas, textiles y adornos únicos.
En vida logró ser reconocida con un récord Guinness, consolidando su pasión como una hazaña mundial. Aunque falleció en 2017, su legado sigue vivo en un museo que hoy enorgullece a todo Izabal.