Miguel Barros, un niño de 11 años, llamó a los servicios de emergencias suplicando por comida, pues él y su hermano menor se encontraban desesperados.
Según se conoció, el menor y su hermano de ocho años, residentes de la comunidad Belo Horizonte en Brasil, solo contaban con harina de maíz y agua para consumir.
Las autoridades, en un inicio creyeron que se trataba de una situación de negligencia, pero al llegar al lugar se percataron que toda la familia vive en profunda precariedad.
Los oficiales acudieron de inmediato al supermercado, y de su propio dinero, compraron algunos víveres para la familia. El dueño del establecimiento les entregó más víveres.
Tras conocer la difícil situación de la familia de Miguel y sus otros ocho hermanos, la comunidad se solidarizó y a través de donaciones realizadas a la policía, lograron abastecer a la familia con comida para los próximos meses.
La madre de Miguel, llamada Celia, una mujer soltera de 46 años, explicó que perdió su empleo durante la pandemia.
“Sufrimos mucho. No lo olvidaré nunca porque el hambre duele […] Llegas al punto en que no puedes levantarte ni hacer nada. Mis hijos me vieron desesperada y llorando”, explicó la mujer.