“El miedo me hace estar alerta, no me ha impedido hacer nada” dice Amos Nachoum, un fotógrafo de la vida salvaje reconocido internacionalmente por sus imágenes submarinas.
A diferencia de la mayoría de los fotógrafos, Amos no utiliza una jaula de seguridad en el agua.
“Quería mostrar en una imagen lo que supone lidiar con el Gran Blanco”, le contó al programa de radio de la BBC Outlook.
“No hay demonios en el mar”, suele decir.
Estamos acostumbrados a ver las fauces de un tiburón como símbolo de terror.
Considerado en la actualidad como uno de los mejores fotógrafos de su campo, el primer contacto de Amos Nachoum con una cámara fotográfica se remonta a su adolescencia, cuando a los 12 años halló una en el almacén de su padre.
Vivía en Tel Aviv con sus padres, una pareja judía que había huido de Libia.
Amos aprendió a utilizar una vieja cámara y empezó a hacer fotos.
Se fue de casa a los 14 años para vivir y trabajar con los pescadores locales, que le enseñaron una habilidad muy importante: el buceo.
Condujo taxis en Nueva York y se ganó la vida haciendo trabajos ocasionales, antes de encontrar su lugar en el agua: como instructor de buceo.
Mientras acompañaba a un grupo de turistas en unas vacaciones de buceo, un estadounidense que hacía fotos con una cámara submarina le dio una idea.
Se propuso aportar una nueva mirada a las grandes criaturas que acechan bajo el mar.
“La relación general con los grandes animales, con los tiburones y las ballenas, era muy negativa”, recuerda, “pero mi relación era muy positiva”.
El último sueño
Amos tenía un sueño en particular que quería alcanzar: ser el primer hombre en fotografiar un oso polar, en el agua.
Pero Amos había hecho sus deberes de antemano. Había leído que los osos polares no podían sumergirse más allá de los 10 metros de profundidad.
“El oso polar es muy pesado y tiene mucha grasa en su cuerpo y en su piel. Tiene que esforzarse mucho para bajar”, sostiene.
“Cuando estaba a unos 75 pies (22 metros), miré hacia arriba. En lugar de encararme verticalmente, hacia mí, el oso estaba más horizontal y nadaba a ese nivel”.
Un viaje al Ártico cuesta mucho dinero y preparación, incluida la contratación de un avión chárter y la instalación de tiendas de campaña. Intento por segunda vez, donde logro conseguir su objetivo.
“Mi buen chico, mi loco hijo y mi héroe”, fueron sus palabras del padre sobre Amos.
Su padre falleció antes de que Amos pudiera regresar a Israel.
Pero de regreso, visitó el cementerio y se llevó la foto enmarcada del oso polar para colocarla en su tumba.
El fotógrafo tambien añade, “Me retó a ser lo mejor que puedo ser”.